La prolongada
crisis económica que estamos padeciendo los españoles está evidenciando que la
familia es refugio y soporte que evita grandes conflictos sociales, creando un ambiente
afectivo y emocional que proporciona cohesión
social y evita desesperanza.
Tradicionalmente en España, la
familia ha realizado funciones que corresponden a otros estamentos del Estado;
pero en la situación actual toman una importancia relevante y se hacen más
visibles en determinadas circunstancias:
En
la prolongada permanencia de los hijos en el hogar paterno, bien por falta
de trabajo o vivienda que les permita la emancipación; o por la tardanza en
contraer matrimonio, paulatinamente superior, con una media 35.7 años para los
chicos y 32.5 para las chicas.
En
la conciliación de la familia y el trabajo, los abuelos están siendo pilar
importante en la atención a los nietos. Son muchas las horas que la mayoría de
ellos emplean en estos menesteres. Un 27% de los mayores entre 65 y 75 años se
dedican exclusivamente a esta tarea. En muchos casos son los abuelos los que
crían y educan a los niños. Es conmovedor ver las entradas y salidas de los
colegios repletas de abuelos.
En
las rupturas familiares, la casa paterna suele tomar un indeseado protagonismo
en el reparto de nuevas funciones. En
muchos casos el regreso a la casa de los padres irrumpe en su placentera
jubilación.
En
la atención a los mayores, los hijos siguen siendo soporte importante de
actuación. La Ley de Dependencia, aprobada por unanimidad en el Parlamento, no
ha sido dotada de los recursos necesarios, y las familias tienen que suplir
todas sus carencias.
La familia sigue acogiendo y
sufriendo los casos de adicciones,
como drogadicción, alcoholismo, ludopatía ……
La familia se ha convertido, de esta
forma, en el primer núcleo de solidaridad de la sociedad. Los
servicios y ayudas no remuneradas entre generaciones representan entre el 2 y
3.7% del PIB, según un informe de la Caixa. Pero a la vez que realiza esta prestación
social, está siendo fuertemente atacada sólo por motivos ideológicos.
Todas estas deficiencias sociales corresponderían
ser subsanadas, o al menos mitigadas, por los poderes públicos según el llamado
Estado de Bienestar; pero actualmente se
encuentra en retroceso debido a la recesión económica y por tanto no se
vislumbra, en un futuro inmediato, aliviar a la familia de tan duras cargas.
Mientras tanto los ciudadanos
acudimos a paliar esta situación, a través de organismos asistenciales entre
los que destaca de forma especial Caritas, que en el año 2010 atendió en
nuestra provincia a 124.000 personas y a nivel nacional a 6.5 millones, un 4.3%
más que el anterior.
Recordemos que España está a la cola
de Europa en ayudas a las familias tanto económicas directas (0.68% de la riqueza nacional frente a una
media del 2.1%), como en una legislación familiar que facilite la conciliación
laboral, el asesoramiento para reconciliaciones matrimoniales, etc. Por eso hacen
falta políticas públicas con perspectiva de familia, que abarquen, de forma
transversal, a todas sus funciones sociales, algunas de ellas imprescindibles
como la transmisión de la vida (garantía de continuidad), la educación e
integración social (futuro de la sociedad), la prevención de salud personal y
social (amortiguamiento de la crisis) o el cuidado de los nietos o de los
abuelos (solidaridad intergeneracional). Creo que es muy acertado decir que
invertir en familia es invertir en presente y futuro.
Como resumen podemos decir: el valor
de la familia no sólo se mantiene, sino que la crisis actual lo está
evidenciando más. España está en crisis, pero la familia española resiste.